Fabio Vallejo
El álbum debut de Rage Against the Machine en 1992 trajo consigo una explosión que nunca dejó de expandirse. Como fenómeno que trascendió las listas del mainstream, y hasta un importante hito de influencia simultánea en la historia de la música, tomando como referencia un binomio altamente inflamable: la difusión de contenido político y un sonido consolidado y precursor de subgéneros modernos.
Eran los noventas, un suelo fértil para el rock y sus diferentes variantes, que se fue expandiendo desde estaciones de radio y grabaciones de cintas como principales plataformas. Darle play a la casetera implicaba cierta fuerza de índice, al que la cinta respondía reproduciendo unos riffs extraños, incendiarios, rebeldes, que se quedaron en la mente desde entonces. En los primeros acordes de Bombtrack, y luego de alcanzar vagamente a descifrar un"...one, two, three..." se sentía una descarga de rapeo y sonidos heavy fusionados en un solo espectro; y si bien el fraseo ininteligible de De la Rocha no afectaba la experiencia desde lo sensorial, sí producía una urgencia, una necesidad de descifrar el mensaje. Luego un segundo tema -o tal vez el primero-, Killing in the name: los misteriosos golpes de cencerros, y una tremenda fuerza impulsada por un riff demoledor. En nuestro barrio, la expresión previa al estribillo "And now you do what they told ya"era por supuesto indescifrable y se reemplazaba por una suerte de balbuceos equivalentes, que por vergüenza prefiero no escribir, pero que bien podrían ser parte de cualquier hit del también innombrable conejo malvado.
Por suerte la curiosidad va abriendo campo a nuevas preguntas. Detrás de las frases antes ignoradas y reemplazadas por barullos en Killing in the name se visibiliza un profundo debate que aun hoy involucra la persecución y prejuicios raciales de aquellos que desde el establecimiento llevan la ley y el orden a la luz del día y al mismo tiempo ofician de verdugos en la oscuridad mientras ejecutan actos abominables.
"...Some of those who work forces are the same that burn crosses."
Y es que si bien estas referencias son suficientemente explícitas para denunciar el fenómeno supremacista KKK en los Estados Unidos, el alcance de estas atrocidades y abusos de poder es un tema que se rebasa con tal naturalidad en nuestro contexto colombiano que haría sonrojar a aquellos que queman cruces en las noches.
Finalmente, respecto del arte del álbum, que escenifica la autoinmolación del monje Thích Quảng Đức el 11 de junio de 1966, y cuya imagen dio a su autor Malcolm Browne un premio Pullitzer, debería decirse tanto que preferiría optar por un respetuoso silencio. El impacto que transmite la lente es el de un mártir que interpretó desde su cuerpo la lucha en contra de la persecución y actos de violencia ejercidos por el gobierno de Ngô Đình Diệm y que llegó a sus correligionarios como un profundo símbolo de espiritualidad, respeto y compasión. Ese acto, además de exteriorizar internacionalmente la problemática alrededor de los actos de represión del gobierno vietnamita, le permitió embarcarse al camino del buda de manera significativa, o el bodhisattva.
En fin. La idea de tenerlos en Colombia este año nunca se terminó de confirmar, pero la espera continuará. Este país siempre será un escenario adecuado para propagar la voz de resistencia.
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