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Crisis en la salud: el golpe de la mano invisible


Fabio Vallejo



La reciente decisión del alcalde de reabrir la antigua Clínica SaludCoop de la 80, actualmente en ruinas y adecuarla para la atención de pacientes infectados con el COVID-19 es esperanzadora, si se tiene en cuenta la apertura de 156 camas de UCI para tratamiento médico especializado.


El párrafo anterior bien podría ser suficiente si no quisiera reflexionar cómo fue que este lugar se redujo a herrumbre y maleza. En el estado de cosas actual, uno no quisiera volver al refrito de siempre: la absurda y estéril retahíla de denunciar a los políticos robar, y ver cómo en las urnas son reconocidos por ello. Folclore puro. En fin, pueden ser razones de cualquier tipo o índole, pero la conclusión permanece: vimos impávidos desmoronar sus tapias, el cabeceo de sus puertas. En condiciones normales, sus ventanas se habrían cerrado para siempre, como las acacias.




En lo personal, y si tengo en cuenta que mis dos amados hijos vieron la luz en ese edificio, es imposible abordar este tema sin la amargura de no haber hecho nada. Decir que me era grato pasar por esa misma avenida es una manera bastante modesta de expresar lo que sentía al recordar esos pasillos, la gente de blanco, la espera, esos pequeños dedos, la vida a partir de una vida.


Pero eso es otra cosa.


La realidad es que las condiciones laborales de los profesionales de la salud en general siguen siendo miserables. Aun hoy, 27 años después de la Ley 100 de 1993 y sin medir los efectos de una pandemia. Para su polémico ponente las nacientes EPS, el libre mercado y los asegurados se atraerían entre sí en un bucle ascendiente interminable. La mano invisible sería capaz de autorregular las "contradicciones" resultantes del modelo de libre competencia,trasplantando artificialmente este patógeno neoliberal hacia un débil e ingenuo huésped: nuestro incipiente sistema de salud. Es decir, nos embutieron un credo cuasicanónico en un sistema autoinmune, capaz de atizar y regular sus propias disrupciones desde un mismo titular de poder. Hoy es un hecho notorio que la fórmula del laissez fare - laissez passer y su libre mercado han fracasado como política de salud pública. Esa mano invisible solo sirvió para construir un inmenso monstruo de intermediarios e integración vertical que a partir de la sangre derramada en pasillos y sillas mugrientas llama la sed insaciable de políticos corruptos que perciben su hedor a kilómetros. Ese mismo sistema es el que conviene en mantener un cupo de camas vacías, aun a costa de la muerte, para garantizar que las pólizas oro tengan acceso directo y habitación no compartida en caso de alguna cefalea. Es ese sistema que se roba los recursos y desmanteló los mínimos irrenunciables de sus profesionales hasta el abuso descarado del contrato de prestación de servicios y el de obra o labor. Ahora el servidor de la salud es uno de los tantos grupos sociales desposeídos, relegados a que sea una temporal quien liquide sus prestaciones cada 6 meses y a tener que enriquecer a un intermediario lejano con el sudor de su esfuerzo y trasnocho. Eso es dimensionar la maldad en niveles perversos, es un esputo desafiante a la dignidad de quienes salvan vidas.


Creo que esos momentos festivos de aplausos desde las casas en las noches bien pueden motivarnos como símbolo de solidaridad. Pero a partir de eso, son causas que no nos comprometen. Para ellos, los héroes de la salud, no debe ser agradable entender que aparte del aplauso no hay intenciones serias de reivindicar su grandiosa labor. ¡Es que es tan fácil unirnos como pueblo y exigir verdaderos cambios al establecimiento! Es ridículamente paradójico que un virus de 200 nanómetros termine generando más reflexiones que lo que anteriormente considerábamos empatía y conciencia colectiva. Nuestro activismo tendrá que regresar a la calle, a las gentes, a la defensa de un sistema de salud universal, al apoyo y creación de verdaderos movimientos sindicales que se consoliden como asociaciones estamentales con poder social concurrente. ¿Acaso el servicio de EPS no es también es medicina prepagada?

Que el alcalde Daniel Quintero se comprometa desde ya a garantizar la continuidad de la clínicas de la antigua red SaludCoop, hoy ESIMED y de sus colaboradores, quienes están a la deriva desde noviembre de 2018 y sin soluciones de fondo por parte de sus empleadores; ah! y por supuesto, sin salario ni seguridad social.


Señor alcalde, ¿acaso puede existir otra causa política más importante que defender nuestra salud?





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