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El color de las cosas, el color de las personas.

Karina Rivas Cardona



“Aunque las cosas cambien de color, no importa pasa el tiempo,

las cosas suelen transformarse siempre al caminar…” S. Rodríguez

El color de las cosas nos sitúa en un lugar, del cual la historia misma depende para sostener la mentira que ha vendido de supremacía racial. El asunto, hoy, es el color, e inocultablemente invita cada vez a estar más cerca de la conversación sobre lo étnico, (entiéndase la construcción de raza, como una categoría opresiva y reductora de los cuerpos racializables) La agenda étnica sigue en mora. Hay un «algo» en las comunidades nuestras (más profundo que el racismo institucional y estructural obtuso), en las tierras negras fundacionales de tiempos memorables, «algo» indescifrable; una suerte de nostalgia, un aire de ruina que destroza de las casas sus fachadas, una pobreza que se percibe en el alma, alimentada por la desidia desinteresada de quien gobierna y manda; a veces pienso que será el agua, que abusa sin estar encausada, llueve, se inunda, friega; luego pienso en la sequía y culpo al sol, recuerdo a los ancestros, recuerdo a los muertos, pienso en ellos; lo violento que fenecieron. Siento sus cuerpos en las carreteras que de asfalto no gozan, abandonados como ellas marchitos en mentes blanqueadas rebosantes de sombras. Tierras llenas de vida, perennes, infértiles de oportunidad, inundadas de estiércol social, de ausencia social, entre el vaivén del desarrollo convencional, que deja una estela de infecundidad en la clase social étnica, que marginaliza en miserias, seres que sienten, seres que sufren, seres que luchan...




¡SERES PRIETOS QUE PIENSAN!


El mundo se ha visto atravesado por el peor período del milenio, y la realidad de este momento significativo, ha llevado a Colombia en cabeza de sus representantes en la democracia que administra, legisla y judicializa, a hacerse el planteamiento de un sinnúmero de circunstancias que robustecen el grueso de demandas sociales, al tenor del tajante incumplimiento de las normas aparentemente proscritas, relegadas e inválidas de un estado que artificialmente pretende poner los tapabocas en los ojos de sus ciudadanas y ciudadanos administrados, mientras se lava la manos para no tomar medidas que resulten eficientes y eficaces para atacar la crisis pandémica de fumigación imperial, llamada Covid-19, con inteligencia programática y sistemática, caracterización étnica y de género, representada en inversiones ecuánimes que sean repartidas según las verdaderas necesidades humanas, como por ejemplo pensarse en planes de contingencia que superen la demagogia que se dedica exclusivamente a nombrar, sin pensarse el fondo de soluciones radicales a las circunstancias de poblaciones particulares como la negra ¿Y la cuestionable “inclusión”, es para quién?


Soy una Mujer Negra en la diáspora de Medellín, esto no es más que ser habitante en la tierra que ensombrece las luchas hasta de sus mestizas gentes, no siento esperanza en este lugar que separa las juntanzas, en vez de acercar. A mi paso no hay estelas de pétalos que revistan impolutos la indignidad de mi voz, más bien la mierda cae cuando se ha intentado arrimar, palabrear, sanar; con esa posmoderna y blanca otredad en lógicas de dominación (entiéndase por blanco una categoría colonial, antes de tocar lo frágil de su sensibilidad). No seré nunca la representación sumisa de la doméstica empatía. Con el ceño empuñado he defendido la causa Prieta día a día. Soy una mamá, hija, migrante, diasporada en esta ciudad con profundas críticas y planteamientos disruptivos sobre la realidad habitacional en la urbe, que representa la polis de todos los exilios. INDIGNADA, de ver en constancia y reiteradamente como el desangre del cual se ha valido la construcción supremacista de este país, -las castas blancas, blanqueadas, eurodescendientes y mestizas colonizadas, la colonial antioqueñidad - que día a día, históricamente, usan y usufructúan (día a día a día a día a día a día a día a día a día) la creación imaginativa y ancestral, patrimonial, de quienes nos dieron la vida, de los pueblos originarios que son la familia; a nosotres descendientes de personas esclavizadas y racializadas, ANCESTRALES.



El gran aporte que hace la Africanidad y la cultura Afro diásporica del pacífico latinoamericano, a las multiculturalidades de las cuales Colombia Estado, se ufana en el exterior, no tiene dimensión, ¡TODA LA VIDA! Ekobias, ekobios. No ha sido gratuito; esa condición extractivista genera ingresos públicos, inversiones extranjeras, impuestos, donaciones internacionales, lavado de activos, corrupción, saqueo, saqueo, saqueo... Incalculablemente. Este hecho sostiene la economía nacional y de los territorios, gente racializada, que después tiene que participar en una miserable carrera burocrática por figurar en el concurso nacional de estímulos al arte y cultura, cuyo manual supera las absurdas 6OO páginas. TIENEN HUEVO y me conmueve mucho. Me conmueve toda, me remueve el alma.


Desde su complejo mesiánico de blancos salvadores, se paran en un discurso de solidaridad que soporta su solapado racismo, ¿Solidaridad para quién? Fama de buen samaritano con el rayón cristiano católico colonizador de la espiritualidad, ¿reconocimiento para quién? Seguramente no para nuestra comunidad, pornomiseria histórica, deshonra ancestral. Blancos mesiánicos usurpando nuestros lugares de enunciación, con todo lo que ha costado a nuestra gente; a nosotras, adquirir nuestros derechos, sangre. ¡SANGRE HA COSTADO!

De repente dialogar muy vivencial e informalmente, sobre la situación de empobrecimiento y desmejoramiento de nuestras formas de ser y estar como ciudadanía en este espacio territorial, mayoritariamente mestizo puede normalizar conductas que representan la ignominia eterna de pensamiento paraco como idiosincrasia paisa que subyuga la población étnica, no sólo negra, indígena también. Abrazado por las secuelas de un pensamiento colonial que ha sido perpetuado en la consciencia social individual, colectiva y en la institucionalidad pública y privada, que demarca fronteras claras, blancas, económicas, y demás, entre la antioqueñidad blancomestiza y las etnias que robustecen la cultura paisa, de quienes sustraen el saber, a quienes usufructúan la territoria, violan la cuerpa. Empero no entregan el reconocimiento; además de cagarse en nuestras construcciones desde todo punto cardinal, reforzando el estereotipo situado de inferioridad y verticalidad que se acuña en las microagresiones, el racismo institucional y por supuesto y no menos importante el racismo estructural.





MEMORIA PRIETA

El alma humana yace cansada

y la vida recién inicia.

Cansada de la angustia también,

del inútil miedo...

Cansada de la desesperanza.

De aguantar en la lucha

la voluntad injusta

del invasor malicioso,

quien se lleva todo

y no nos deja nada a nosotras,

nada para nosotros.

Cansada de la miseria inexplicable

de esta época absurda,

del egoísmo capital

de quien cada vez quiere más,

más selvas, más ríos, más montañas. ... más sueños, menos ganas.

...Y se halla encanto en los días,

la decoloración de los pigmentos ancestrales que funden

en la mixtura perfecta de la tristeza,

la luz que subyace al evocar

vientos de bienestar, buenos vientos.

Que son ahora, una utopía incierta.

Sin embargo no se pierde la fe,

después de todo

es posible que,

el deseo de volar, como una caricia llegue

Y desenglobe el terreno

ambicioso de banalidad... y libre al fin, coja vuelo y me eleve y me eleve, tanto, hasta perder de vista

esta nefasta realidad.

Finalmente menester es,

sentir que en los días que transitan sin emoción, en el encierro último

de los minutos venideros,

la vida sólo sea

el caminar en el que podremos

ser felices,

y honrar la memoria de quien no está, jugar mientras las verdades se agotan; abrazarlas hasta que esa luz

sea tenue... etérea, indescifrable.

...gota a gota.

Kari R. Gong



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