Fabio Vallejo
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El escalofriante asesinato de Dian Fossey cumple 35 años. Un crimen aún sin resolver, con un móvil abiertamente claro y fuertes aditamentos de influencia política e intereses subyacentes para que nunca se esclareciera la verdad.
Su vida, obra y legado es fascinante. Su decisión de viajar a África, motivada por el trabajo del naturalista George Schaller, e invirtiendo todos sus ahorros, cambiaría la historia para siempre.
Lo que inicialmente consistió en una simple tarea de empadronamiento de las comunidades de gorilas terminó convirtiéndose en un trabajo de más de 22 años, labor en la que confluyó maravillosamente trabajo, estudio, investigación, pasión, activismo, política y su propia vida. (En ese orden).
Su invaluable aportación, además de desmitificar el supuesto comportamiento agresivo de los gorilas de montaña y sus subespecies, y de exponer el apetito despiadado de coleccionistas y mercaderes de la muerte, ha tendido un eslabón conexivo entre ellos y nosotros, como vehículo de entendimiento de la evolución humana.
Para contener la constante amenaza de los cazadores furtivos, Fossey optó por diferentes métodos de lucha, que comprendieron desde la diplomacia hasta la superstición. Adquirió máscaras y construyó su propio personaje de bruja mística. Instaló trampas contra los cazadores furtivos, a quienes interrogaba e intimidaba a través de su alter ego. Denunció hechos de corrupción en el gobierno ruandés, y su inacción ante la problemática alrededor de la caza indiscriminada y su espiral de demanda en el mercado negro.
Durante esos años de arduo trabajo de campo, conoció a Digit, un gorila imponente de espalda plateada. Al respecto National Geographic reseñó:
"…Digit era uno de los gorilas que Fossey había
estudiado y con el que había logrado una auténtica conexión. Simio y humana llegaron a compenetrarse hasta tal punto que el animal le permitía jugar e interactuar con sus crías.”
Posteriormente los cazadores tendieron una emboscada a Digit para asesinarlo, en un hecho que ella misma acusó como un plan criminal orquestado desde el gobierno y con fines disuasivos.
Dian nunca titubeó, incluso al recibir serias amenazas respecto de su integridad física. Finalmente accedió a adquirir un arma de fuego. Sin embargo, la escena del crimen pudo comprobar que ni siquiera sabía accionarla, teniendo en cuenta que la munición hallada no correspondía al calibre requerido.
Esa noche de diciembre su asesino cavó una zanja para infiltrarse en su choza y la mató brutalmente con un machete que ella misma tenía colgado, y que había decomisado a los cazadores furtivos.
En su epitafio, al lado de su amado Digit, puede leerse la expresión Nyiramachabelli, nombre con el que los ruandeses se referían a ella y que traduce “…la mujer que supo adaptarse al bosque…”
Paradójicamente, y si bien el impacto y desenlace de su vida logró visibilizar la amenaza a las comunidades de gorilas y apoyar los esfuerzos e inversiones con destino a su conservación, es trágico saber que esta especie continúa en peligro de extinción, y que su testamento, en el que estableció que todo su dinero debería destinarse a la Fundación Digit, hubiese sido impugnado por su madre, Kitty Price, hasta lograr su posterior revocatoria.
En lo que fue su última entrada, escribió en su diario:
“…cuando te das cuenta del valor de la vida, uno se preocupa menos por discutir sobre el pasado y se concentra más en la conservación para el futuro.”
Solo quisiera agregar a este pequeño homenaje, que la milenaria máxima filosófica de la búsqueda de la felicidad como razón de vivir, tiene que comprender como elemento principal, el estar "anhelosamente consagrado a una causa buena."
Fuente: nationalgeographic.com
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