Gabriel Rivera F.
A esta fecha, como lo hago usualmente, podría referirme a través de los que, durante años, han sido los enunciados comunes en los tabloides rojos o medianamente progresistas. Enunciados que ponen de manifiesto, cómo se sigue haciendo evidente el sufrimiento de la clase obrera, subyugada durante siglos por cuenta del capitalismo salvaje; cómo, una vez más, se arrebatan de las manos del proletariado un sinnúmero de privilegios y goces, los mismos que continúan reservados para unos muy pocos de la sociedad.
Sin embargo, este 1 de mayo de 2020 no es igual a los anteriores, caracterizados por el clamor libertario de la clase trabajadora, los sindicatos comprometidos y el movimiento estudiantil tomándose las calles, con sus cánticos y palmoteos dedicados a la esperanza de un nuevo mundo. Por eso, me voy a referir a este día, diciendo que no, definitivamente no es un primero de mayo común, de hecho, es más rojo que nunca; rojo por las vidas humanas sacrificadas por el sistema, rojo porque ahora el poder económico e industrial no solo nos despoja de privilegios materiales y de derechos esenciales como la libertad, sino que ahora la jauría de corrompidos patronos quiere privarnos de la vida misma.
La burbuja financiera creada y sostenida para comodidad de pocos y ofrecida como sofisma de salvación para muchos, está a punto de explotar; la fragilidad del sistema económico se evidencia en cada vociferante alocución de la clase política en los medios de comunicación, convenciendo a los trabajadores que su sacrificio es necesario, para rescatar al mundo y al sistema de las feroces fauces de la catástrofe. Sí, el mismo sistema que deja sin hogar a miles de personas y mata de hambre a millones en un solo día; y para lograr semejante despropósito no es necesario el confinamiento obligatorio, ni la existencia de una pandemia, el engranaje mismo del sistema lo hace y sin mayores esfuerzos.
Hoy, Día Internacional de los Trabajadores, como todos los anteriores, sobran las razones para tomarse las calles, sin embargo, ante el panorama al que nos enfrentamos, no nos queda otro camino que la supervivencia y, por ende, el claustro. No obstante, se hace preciso lanzar un grito de protesta y elevar los puños desde el confinamiento, es imprescindible denunciar los atropellos que aún en medio de esta tragedia, se vienen cometiendo en contra de la clase obrera y trabajadora; desde despidos masivos y suspensión de contratos laborales, hasta el otorgamiento de las vacaciones, las cuales se crearon para el disfrute del trabajador y no para cuadrar las finanzas de los patronos.
No se parte de la idea de desconocer las realidades de las pequeñas y medianas empresas que, sin dudas, están al borde del colapso y de generar una gran crisis social a causa del abandono gubernamental y la falta de voluntad política, se trata más bien, de hacer una reflexión profunda de las implicaciones de pertenecer a la clase obrera de este país y de cómo desde la sumisión, hemos contribuido a que, en la lista de prioridades, la última sea la clase que sostiene el sistema de explotación capitalista.
Para finalizar y de paso lanzar mi grito de protesta desde el confinamiento, solo queda por decir que, el panorama para los trabajadores colombianos y, en general para todas las bases trabajadoras del mundo, se torna bastante desalentador, se nos ofrecen dos opciones y ambas son miserables; o nos morimos de hambre encerrados, o nos morimos en la calle intentando sobrevivir a una pandemia para salvar a un sistema económico mezquino.
Nota: A propósito de la conmemoración del día internacional del trabajador, se presentan algunas fotografías tomadas en marco del paro nacional, llevado a cabo en el país, a partir del 21 de noviembre de 2019
Fotografía: Gabriel Rivera Franco
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